En el mundo hay lugares míticos que se tienen que visitar una vez en la vida, a mi parecer, Nueva York es uno de estos lugares y este año ha tocado visita.
Ya está visto, pero realmente me he llevado una gran decepción. Cierto es que tiene muchas cosas a ver, pero tiene que gustarte el turismo de masas y moverte como un rebaño todos juntitos y siguiendo la corriente del bullicio. De los 4 días que he pasado en la city, los últimos dos ya se me han hecho largos del agobio que llevaba encima de ver y tener tanta gente alrededor.
Todo huele fuerte, todo son colas y aglomeraciones, todo es chocar con la gente cuando andas, y se respira competitividad y estrés allá donde mires. La ciudad en sí es un anuncio andante de todo lo que te puedas imaginar que se pueda vender, y lo que no imagines, también te lo venden. Por mi forma de ver la vida y los viajes, se me hace complicado entender esta forma de convivir.
Cosas buenas, por ejemplo, la seguridad. Me ha sorprendido gratamente la sensación de tranquilidad con la que te mueves, incluido Harlem, que es donde he dormido.
Pongo una selección de fotos como muestra del ritmo neoyorquino.