Cuanto más viajas, más cuesta sorprenderte, más difícil es encontrar un lugar que te emocione, que te entusiasme por completo, pero de vez en cuando esto pasa.
Tomé el bus de Quimbaya y nada más salir del pueblo y adentrarme de lleno en el eje cafetero, en esa curva tras curva sube y baja que hace esta carretera, no podía dejar de mirar por ambos lados del bus, movía la cabeza nervioso, queriendo captar todos los detalles que tenía ante mis ojos, todo lo contrario que hacía la gente local que adormecía en sus asientos, pero yo quería salir del bus y retratar todos los rincones de este paraje. Tras esta alegría para la vista, el bus llegó al pueblo de Filandia, mi siguiente destino.
Este pequeño municipio del Quindío me ha enamorado, un ambiente como a mí me gusta, nada de turistas, tranquilidad y con gente muy cercana. Desde que salí del bus y empecé a pasear noté algo diferente. A la hora ya había entrado en la escuela a charlar con los chicos, a las dos horas ya había hecho migas con mucha gente que me llamaban por mi nombre al verme por la calle, y a las 3, tenía claro que este era uno de esos lugares marcados en mi mapamundi de sitios preferidos.
Llegué para un día, y me quedé dos, luego fui a Salento, supuestamente el lugar más bonito de la zona, pero a la media hora tenía claro que no era para mí. Mucho turista rubio y todo lleno de chiringuitos para comprar y comer, es decir, muy artificial, justo lo que no me gusta. Así, que de los 3 días que tenía previsto pasar, solo me quedé uno, y como estaba enamorado de Filandia y salí con mucha tristeza por las historias humanas vividas tan bonitas y pensando que no volvería en años, decidí regresar y pasar dos días más hasta mi partida al norte del país.
Filandia:
– Un entorno maravilloso lleno de cafetales y plataneros
– Una gente muy cercana que viene a hablar contigo
– Pueblo a 2.000 metros de altura y totalmente adaptado para minusválidos, cosa que no había visto antes en Colombia
– Completamente seguro a toda hora y lugar
– Concienciados con el medio ambiente, y lo cumplen todo
– Te sientas en la plaza y puede pasar que te vengan 10 niños en bici para hablarte y ya te acompañen un par de horas allá donde vayas
– Que vayas paseando y te saluden diciéndote que ayer le hice una foto, que como estaba hoy
– Conclusión: un pequeño rincón del mundo muy puro, como pocos quedan
“Nos vemos en el camino”