Ir a la galería para ver las fotos en grande…
Cansado de playas bonitas y poca inspiración fotográfica en Filipinas, me encontraba en los últimos días en este país del Pacífico. Hablando con los chicos del hostel, les comenté que me apetecía fotografiar las zonas marginales de la capital, la gente que vive en las vías del tren, las casas a escasos metros de los raíles. Me desaconsejaban ir por peligroso, que no era nada recomendable para un occidental, que sería demasiado llamativo con mi cámara… Insistí en ir, pedí ayuda a uno de los chicos para que me hiciera de guía y traductor. Aceptó y acordamos acercarnos a una de estas zonas al día siguiente.
Lo que me encontré fue la dura realidad. Mucha pobreza como es obvio, muchísima suciedad, de hecho lo primero que vi al llegar fue a dos chicos haciendo sus necesidades delante de todo el mundo. Me encontré con una vida hecha alrededor de unos raíles que para ellos son las calles del barrio. Muy impactante.
Sorprendentemente, también me topé con muchas sonrisas, la mayoría de gente se abrió y me recibió con todo lo mejor que tenían, y me sorprendió esa predisposición a la broma. Cualquiera en su lugar, y más con el carácter nuestro, estaría echando humo y ahuyentando a todo aquel que intentara invadir su espacio, pero no aquí, grata sorpresa.
Yo estaba entusiasmado, siempre me gusta más fotografiar la realidad del país y su gente que los lugares turísticos.
Desde hace unos años el gobierno parece ser que ha quitado la gran mayoría de “casas” que había junto a la vía en una operación limpieza a gran escala, y ahora mismo no hay muchas zonas ocupadas, pero me comentaron, que por pura lógica (20 millones de habitantes en la ciudad, la de mayor densidad del mundo) la gente poco a poco vuelve a ocupar los aledaños del paso del tren.
Mirara donde mirara había fotos, había algo interesante que retratar, pero tenía que actuar rápido. Con la ayuda de mi “guía” empecé a pedir que hablara con uno y con otro para hacerles fotos, comencé a retratar a niños, al chico haciendo fuego, a la chica que se acicalaba igual que lo hace cualquier chica de su edad en su casa, a esas madres bañando a los más pequeños, y entre medio, buen feeling con ellos, muy receptivos y una sensación de que tienen una resignación positiva.
Pongo las fotos del primer día…
Superada esta primera experiencia, al día siguiente, hablé con unos hombres que trabajan para el departamento de turismo. Quería volver a fotografiar otro slum junto a las vías, les pregunté y me comentaron sobre otro lugar. Esta vez iba a ir solo y todo cambiaba, pero quería probar. Me metí en un tren asfixiante y aglomerado y me dirigí a la estación donde me habían dicho que podía encontrar gente viviendo en esa situación. No las tenía todas conmigo al bajar del tren, pregunté al guardia de seguridad antes de acercarme, estaba ahí, a 300 metros de la estación, se veía el bullicio y lo que buscaba, pero la sensación de indefensión en un lugar así era grande. Me dirigí poco a poco tanteando el terreno y justo debajo del puente encontré a un hombre con uniforme del ferrocarril, me acerqué a él y le pregunté si estaba OK hacer fotos allí, me dijo que sí, que simplemente cuidara cuando pasaba el tren que era para lo que él estaba ahí, para controlar el paso de coches con cada tren que cruzaba esa zona.
Una primera foto de lejos, poco a poco más cerca, intercambiar palabras con algunos, preguntar a otros si podía retratarlos, bromear con los que veía más receptivos y así pude ir haciéndome con el lugar y durante más de una hora, estar con ellos y fotografiar todas las situaciones que ahí se vivían con total normalidad.
Dejo otra series de fotos de este segundo encuentro en un slum junto a la vía del tren…
“Nos vemos en el camino”