Guatemala en bici. Final inesperado y brusco.

He estado pensando si tenía que escribirlo o no, pero como he ido publicando cada día sobre la aventura, creo que es lo suyo explicar por qué se ha acabado, aunque no me guste escribir de estas cosas…

Es curioso, supuestamente el peligro de esta travesía era recorrer Centroamérica en bicicleta, y tengo que abandonarla por un accidente en otro medio de transporte.

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Justo me encontraba en la mitad de mi recorrido, estaba haciendo un parón de cinco días antes de empezar el segundo mes de viaje que me iba a llevar por El Salvador, Honduras, Nicaragua finalizando en Costa Rica. Eran las 5.30 de la mañana en un minibus de regreso a la ciudad de Antigua, tras pasar tres días visitando el lago Atitlán, uno de los lugares más bonitos de Guatemala. Yo tenía la mirada puesta en la carretera, curiosamente estaba pensando «qué tranquilo va el conductor, se agradece». Conmigo iban dos chicas estadounidenses, cinco británicas, una guatemalteca y el chófer. De golpe se escucha como una explosión, la rueda ha reventado, el conductor pierde el control del vehículo, cruzamos dos carriles hasta la mediana de la carretera, chocamos y empezamos a dar vueltas de campana (2, 3, 4… no sé bien cuántas fueron). Todo pasó en 5 segundos interminables… Con angustia y sin saber que ha pasado, el primer pensamiento es salir de ahí lo más rápido posible, yo estaba sentado en la segunda fila y terminé en la cuarta que era atrás del todo, lo intento y no puedo, tengo una chica encima y mi pie esta clavado debajo de algo metálico, tras otros interminables segundos me ayuda a sacar el pie la chica que aún esta dentro y podemos salir por la ventana delantera que era el único lugar posible en ese momento. Todo esta lleno de aceite, gasolina y cristales.

Una vez fuera todos estamos en shock intentando entender que ha pasado, nos preguntamos unos a otros si estamos ok, varias chicas tienen sangre, yo me toco para comprobar si tengo pero parece que no, me dicen que el chófer se ha fugado, y en nada llegan decenas de curiosos, bomberos, policías y 3 ambulancias. En el suelo, a 5 metros del minibus, esta una de las chicas, no se mueve. Un médico que pasaba con su coche hace las primeras curas, no parecen cosas graves, pero hay muchos nervios y confusión. Finalmente me dicen que la chica que esta en el suelo, estadounidense, de 25 años, ha fallecido en el impacto. Ella estaba sentada detrás mio y todavía no comprendemos como en el impacto pudo salir por la pequeña ventana que tenía a su lado y que resulto con ese fatal desenlace. Descansa en paz.

Con mucha rapidez y buena atención nos trasladan a los heridos al hospital de Sololá para atendernos y tomar nuestros datos.

Mi hombro se salió con el impacto y tras ambulancias, hospitales, dos intentos fallidos de recolocar el hombro, tanto los doctores de ahí como la embajada española me urgieron a regresar a España cuanto antes.

Podría pensar que fue mala suerte por lo aparatoso del accidente y porque el viaje en ese momento se terminó para mí, pero en perspectiva salir con vida de algo así es ser afortunado.

Pasaron 70 horas hasta que conseguí llegar a España, horas angustiosas y duras por toda la gestión de la vuelta en esas condiciones, por el dolor en el cuerpo y porque no pude dormir, imposible, tu cabeza va a mil repitiendo el accidente sin parar. Además no puedo permitirme caer, estoy solo y tengo que mantener la mente fría para organizar y decidir todo para la vuelta a casa. Aún no asimilo lo que ha ocurrido y lo que podría haber ocurrido. Tras 17 años viajando y 60 países visitados, es el primer percance grave que sufro y viendo lo que podría haber sido, me siento afortunado de poder escribir esto.

Esta aventura ha acabado, ya me encuentro en Barcelona, haciendo pruebas y viendo cómo solucionar lo del hombro, pero no lo dudéis: ya estoy pensando en la siguiente.

Me gustaría agradecer la inestimable ayuda de Eloisa, Rafael y Marta de la Embajada Española, a Pablo y Ángel de Asistencia al Turista, a la gente del hotel Santa Lucía de Antigua, a los médicos del Hospital Departamental de Sololá, y a todos aquellos que con sus mini ayudas hicieron más fáciles esas 70 eternas horas.