En mi largo viaje por Asia, esta región escondida en las montañas del Himalaya al norte de la India, fue en la que más cómodo me encontré, en la que más disfruté y sobretodo, la de mayor relax. Era mi primera experiencia con el budismo, y me cautivó su sencillez y tranquilidad.
Ladakh es una región fronteriza con China y es un pequeño oasis dentro del caótico ritmo del país en el que se encuentra ubicada. Nada que ver una cosa con la otra, es otro mundo, y encima, con unos paisajes sobrecogedores. Recuerdo ir pedaleando con la bici y cada 100 metros pararme, mirar para detrás, resoplar de incredulidad y volver a hacer otra foto. A cada paso que daba, a cada metro que avanzaba en este entorno, más me gustaba lo que veía y más mio me lo hacía. Llegué por unos días y al final pasé casi dos meses, sin duda, un lugar idílico para pasar los meses de verano o para alguien que quiera hacer una desconexión del mundo.
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«Nos vemos en el camino»