No tengo Internet en el móvil ni uso Whatsapp: la generación de las cabezas agachadas.

¡¡¡Caerás como todos!!! Es la frase del momento en cuestión de móviles y nuevas tecnologías aplicadas a estos aparatos, y frase que me repiten constantemente por el motivo que explico a continuación.

Os pongo en antecedentes. Soy de esos “bichos raros” (según la gente, para mí es todo lo contrario, soy el normal) que tengo un móvil que no es de última generación y no uso Internet ni tengo Whatsapp en él, sólo lo uso para llamar y recibir llamadas, y la batería me suele durar entre 6 y 7 días sin recargar. Por ese motivo, me repiten eso de “caerás…” continuamente ante mi negativa a utilizar el móvil para otros usos que no sea el de escuchar la voz de la persona a la que llamo o de la que me llama.

“Caerás como todos”, de antemano, ya me resulta una frase que indica que la gente esta haciendo algo que no tenía pensado hacer, que no quería hacer, pero que su fuerza de voluntad no ha sido la suficiente para conseguir evitar seguir la corriente de la moda o, como yo opino, seguir la manipulación tecnológica a la que nos están sometiendo para tenernos donde nos quieren en cada momento.

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Nadie escapa a este virus, monjes en Chiang Mai, Tailandia.

Vengo observando desde hace tiempo (es lo que tiene no ir mirando el móvil todo el día con la cabeza agachada; que puedo observar a mi alrededor) que la gente ha introducido el móvil en sus vidas y ya ni se da cuenta de la adicción y normalización que supone tener ese aparato en la mano todo el día. En la mano, en el coche, en la mesa comiendo, en el baño, andando por la calle, en el transporte público, haciendo deporte y en muchas situaciones más.

“Es que como no tienes whatsapp no te enteras de nada y no te hemos podido avisar”. ¿Perdón?, ¿mi vida social pasa a depender de tener o no tener whatsapp?, triste, muy triste, me niego. Si la gente ya no puede hacer esfuerzos por hablar (con hablar digo llamar, nada de mensajes de texto) algo gordo está pasando y, en mi opinión, muy negativo.

El otro día, en el metro de Barcelona, observando como es costumbre en mí, conté la gente que había en el vagón, éramos 30, de esos, 25 tenían la cabeza agachada mirando el móvil y tan sólo 5 estábamos con la cabeza arriba pensando en nuestras cosas, mirando la vida, o vete a saber qué. El resto, absortos por completo en una pantalla pequeñita de la que no pueden desconectar. Es más, mi trayecto duraba 35 minutos, y la chica que iba a mi lado no levantó la cabeza en ningún momento, la admiro, mi curiosidad por el entorno que me rodea me impide hacer esas cosas.

Caso aparte me parece el tema de los “ruiditos”Si hablo de falta de educación y falta de respeto, este tema se lleva el gran premio, a la gente ya le da igual hablar chillando en un lugar público, le da igual si su teclear es tan ruidoso como para que lo escuche todo su alrededor o que los chivatos de que un ilusionante e imprescindible Whatsapp le ha llegado moleste a todos los demás.

Estoy preocupado, estoy realmente incómodo, y cuidado, yo también tengo móvil, pero de momento lo uso para llamar (como dicen que caeré, pues tengo que asumir que romperé mis principios y haré lo que las grandes multinacionales me digan que tengo que hacer para tenerme controlado y gastando sus servicios). Y digo que estoy preocupado porque la gente ha perdido el control y la educación. Me incomoda mucho estar hablando con alguien y que no pueda estar sin mirar el móvil, estar comiendo con alguien y que tenga el móvil en la mesa, ir conduciendo y que mi acompañante este chateando por el móvil o ver simplemente gente chateando por el Whatsapp, preguntarles “¿qué haces?” y respondan “nada, quedando con tal persona o solucionando no sé qué…” y me sale del alma un… “a ver, llevas 10 minutos chateando con esa persona, ¿no es más lógico y práctico llamar y en 20 segundos ponerse de acuerdo y no dejarme a mí de lado como sino existiera?

Una de mis frases más habituales los últimos tiempos es… “ok, acaba y cuando termines con el móvil seguimos hablando”. Se están perdiendo las formas, la educación, el respeto y el saber estar. El problema del móvil es que la gente lo ha integrado en todo sin ninguna discriminación. Yo lo utilizo, que quede claro, como uso también otras tecnologías, pero sólo cuando quiero, cuando estoy solo, cuando lo necesito, pero nunca cuando estoy haciendo otra cosa, cada situación requiere su atención y mezclar nuestras actividades diarias con la obsesión del móvil, está haciendo perder mucha atención en lo que hacemos.

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La felicidad no esta en la tecnología. Niños en una aldea de Senegal.

Soy entrenador de baloncesto desde hace 13 años, y durante los últimos, estoy observando con tristeza un fenómeno que antes no ocurría. Los jugadores se han vuelto individualistas, ya no existe aquel sentimiento de equipo tan fuerte como había antes. Antiguamente, una de las mejores cosas era el antes y después de los partidos, en esos corrillos charlando del rival, de la fiesta de la noche o de lo que fuera, pero se reía, se compartía, se hacía piña. Actualmente, los jugadores entran a los polideportivos con la cabeza agachada chateando con alguien de fuera, llegan antes de un partido, se sientan uno al lado del otro mientras esperan para ir al vestuario y cada uno esta con su móvil sin prestar atención a los compañeros. Es decir, tienen que realizar una actividad de equipo con sus compañeros, pero están hablando por el móvil con personas ajenas a la actividad que van a hacer. Ni que decir tiene, que en mis equipos está prohibida la utilización del móvil dentro del recinto deportivo, cada minuto que tengan al lado de sus compañeros ha de ser para charlar con ellos y reforzar vínculos grupales.

Y en referencia a eso, el otro gran problema que vengo observando, es el déficit de atención, lo compruebo día a día con los jugadores, no tienen atención, no consiguen concentrarse como antes, están dispersos, tanta tecnología ha hecho que la gente ya no sepa concentrarse, porque la costumbre es hacer algo pero con breaks para mirar el móvil, y en estos años que llevo de entrenador el cambio es muy grande, cada día cuesta más conseguir que un jugador esté centrado y concentrado.

Y por último, antes de pasar a mis “entristece”, dejo una reflexión. Por lo que he leído, escuchado y observado, la media de horas que una persona mira el móvil al día en España se mueve entre 3 y 6 horas. Voy a ser generoso y pongo una media de 4 al día, eso supone 28 horas a la semana, 112 al mes y 1460 horas al año. Siendo generoso he dicho, porque creo que esa media es más alta. Ahí va mi reflexión-pregunta: ¿realmente merece la pena dedicar esas horas en tu vida a mirar una mini pantalla con todo lo bonito que hay a tu alrededor? Para mí, la respuesta es obvia, si me voy de viaje un año, el móvil se queda en casa, si me voy un mes, igual, y si estoy en momentos que no quiero que me molesten, ya pueden llamar, que ni lo cojo. La vida es muy corta e intensa como para perder el tiempo en la dichosa caja tonta que está enviciando al mundo.

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Instaurados en nuestra vida. Bogotá, Colombia.

Me entristece:

– Me entristece ver a adolescentes enganchados a estas tecnologías
– Me entristece ver la típica imagen en un semáforo de un padre con la mirada perdida mientras su hijo sentado al lado está con la cabeza agachada mirando el móvil sin comunicación alguna
– Me entristece tener que pitar a los conductores porque van haciendo eses por la carretera pendientes del móvil o porque no se enteran de que el semáforo se puso en verde, porque cada segundo es imperdible sin móvil
– Me entristece ver a la gente andando por la calle sin poder levantar la mirada
– Me entristece entrar en un establecimiento y que los trabajadores estén con el móvil en la mano y tener que esperar a que lo guarden
– Me entristece ver la dependencia de la gente en sus trabajos, donde no pueden dejar pasar muchos minutos sin echar una mirada a la caja tonta
– Me entristece ver a la gente desesperada para mirar el móvil tras un “parón” de unos minutos
– Me entristece ver a la gente que ya no sabe cómo divertirse, se aburren si no tienen tecnologías en sus manos
– Me entristece y cansa que cuando la gente se junta, las conversaciones sean sobre móviles, conversaciones de Whatsapp, etc…
– Me entristece escuchar a gente decir que dentro de casa se avisan por Whatsapp para no ir de habitación a habitación
– Me entristece ver a la gente nerviosa si no tiene el móvil en la mano, o está sin batería, y están totalmente perdidos
– Me entristece ver a amigos, parejas, familiares, sentados uno al lado del otro y cada uno a lo suyo con su caja tonta y con cero comunicación entre ellos, y si lo hacen, es para hablar de algo del móvil

Y sobre todo, me entristece la pérdida de valores que todo esto está provocando. Soy viajero, defiendo aquello de conocer a la gente hablando, cara a cara, interactuar, observar… Pero no, parece ser que eso se va a perder, la gente prefiere hablar vía tecnología que cara a cara.

https://www.youtube.com/watch?v=pKnNwgkR2NM

“Nos vemos en el camino” (si al cruzarnos no llevas la cabeza agachada)